martes, 9 de agosto de 2011

Leyendas Tuneras EL CABALLO BLANCO y EL FANTASMA DE AHOGA-POLLOS

Jajajaja...Muchos años han transcurrido desde que estás historias o leyendas no forman más parte de la cotidianidad de mi ciudad, pero recuerdo ahora con agrado lo mucho que creíamos los niños de los 80 en esas historias contadas de boca en boca, que fueron usadas por demás para hecharnos miedo....Un placer compartir en este blog esas leyendas que forman parte de la historia de Las Tunas, las mismas la saque de la oficina del Historiador de la Ciudad....Esgardo Iván.

EL CABALLO BLANCO
 
Desde los tiempos de nuestra colonización, de boca en boca ha llegado hasta nuestros días la extraña leyenda del CABALLO BLANCO que al margen de la media noche y en silente recorrido va guiado por el INDIO SIN CABEZA que lo cabalga por las calles de Las Tunas. Esta nocturna aparición es presagio de tragedia y sangre en la población. ¿Qué hubo un horripilante asesinato allá por el barrio de Ahoga-Pollo? – Alguien vio al indio del caballo blanco la noche anterior rondando silentemente rondando por las calles desiertas. El indio cabalgaba erecto llevando las riendas con gallardía y que sin dejar huellas se esfumaba como llama que se apaga.
Y el indio en la tradición
sigue su marcha macabra
cual fantástica visión...
Y el reflejo de esas lunas
lindas de plateada luz
por la calle Lico Cruz
marcha el caballo en Las Tunas.
En la región oriental
rica en lindas tradiciones
en cuentos y narraciones
de belleza espiritual.
un recuerdo fantasmal
se esconde en cada rincón.
Como late el corazón
con la crispante belleza
del indio que sin cabeza
Pletórico de emoción.
Y así la imaginación
es fuente de poesía
es esa superstición.
Belleza en la fantasía
belleza en la realidad
si es ficción o si es verdad
hay en ellas poesía.
Cual presagio de dolor
y al reflejo de esas lunas
bellas que alumbran a Tunas
puede verse con horror,
un fantasma soñador
sobre su blanco corcel.
El alma del indio aquel
que fue muerto allá en Cueybá
y que vengando aun está
los que murieron con él.

EL FANTASMA DE AHOGA-POLLOS
 
Habían corrido pocos años de la antigua ciudad de Las Tunas de Bayamo, como se llamó a la histórica ciudad de Cueybá y su población pobre y mediana, se extendía hasta el cementerio, amparándose en típicos bohíos en las modestas residencias de tablas y tejas criollas.
Por aquella época la superstición de las gentes, aún de las mejores preparadas era notoria y cualquier hombre por valiente que fuera temblaba de terror ante la idea de hallarse a un “aparecido” y creían a puños cerrados en los milagros de cualquier santo por ínfima que fuera su categoría. Y en cuanto a las mujeres y niños, no hay para que decir que todas las consejas y supersticiones de la época tenían en ellos un verdadero arsenal de tradiciones y cuentos, que solían poner los pelos de punta a los que tenían la ocasión de escucharlos.
Entre las cosas que se fabricaban hacia lo que fue después “Atajada de los perros” y calle de “Lora” había seis u ocho cuyos moradores se dedicaban a la crianza de machos y de gallinas y que solían hacer buenos negocios llevándolos a la vieja ciudad de Puerto Príncipe o a la de Bayamo que continuaba siendo su cabecera.
Sucedió por esta época que una noche de densa oscuridad cuando el cielo amenazaba con uno de esos aguaceros que hinchan los arroyos y enturbian los ríos y de vez en vez surcaban el espacio los relámpagos, una de las casas mas aisladas notó que a la vuelta de la confluencia del Hormiguero con el Ahoga-Pollos aparecía y desaparecía lentamente una pequeña luz rojiza, alzándose o bajando en forma tal que la buena mujer creyó que la tal luz bajaba y subía desde el cielo. Se santiguó cristianamente y cerró su puerta cuidadosamente, apagando de un solo soplo la primitiva candileja de hojalata alimentada con aceite de carbón.
Pero la buena mujer no podía conciliar el sueño. Desde su lecho y a través de las rendijas que abundaban en el tabique seguía viendo aquella luz impresionante y enigmática. Para ella era con toda seguridad un espíritu de algún muerto que andaba en pena recorriendo los lugares en que cometiera sus pecados y fechorías. Recordaba haber oído decir de cierto a sus mayores que el diablo se había llevado en una nube de fuego y azufre a cierto hereje que se había negado pagar a los diezmos y las primicias a la iglesia de Cristo y que además de haber renegado siempre de Dios y de todos los santos, le había jugado una partida serrana al primer cura que ejercía su sagrado sacerdocio en la modesta parroquia de la población.
Cuando llegó el marido a cosa de media noche la mujer refirió, poniendo algo más de su cosecha, el raro acontecimiento, añadiendo que había visto que la luz salía del campo santo y que se elevaba hasta perderse en el cielo.
A la mañana siguiente después de una noche de insomnio y de terror, marido y mujer se encargaron de llevar la noticia a todas las casas de los vecinos y alguno hubo que sin haber visto nada aseguró que él también había visto la luz y que sin duda era una cosa mala y que había que alejar.
La luz continuaba apareciendo en las noches oscuras, siempre en el mismo sitio y llevando la misma dirección. La fantasía popular llegó a hacer de la luz algo como una cosa extraordinaria. El terror se había apoderado de los vecinos que al cerrar la noche se encerraban en sus casas, pero alguno que otro vecino de vez en vez se asomaba con discreción y miraba con recelo hacía la dirección en que aparecía la misteriosa luz. Sin embargo a pesar del miedo que dominaba a todos hubo uno que se atrevió a disparar un escopetazo al misterioso fantasma que al sentir cerca los disparos se perdió como por arte de magia entre los maniguales cercanos no volviendo en muchas semanas a hacer su aparición. Pero los comentarios continuaron comenzando a hablar de cierta doncella que sin miedo a las apariciones solía salir en noches más oscuras y estar ausente de casas hasta horas muy altas de la noche.
La razón se impuso al fin y una pareja de jóvenes decididos se dispuso hacer fin a la terrorífica aparición. Cuando el fantasma apareció al lado del cementerio el mozo emboscado salió machete en mano y le puso en precipitada fuga mientras dejaba caer una vela encendida que llevaba descubriendo a la pareja de amantes que salía sin miedo a los muertos a platicar con las estrellas en el seno seguro y pasible de la manigua criolla.

1 comentario:

  1. Forman parte de nuestra idiosincracia, toda una cultura forjada por historias, leyendas, trabajos y tradiciones.

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