martes, 25 de octubre de 2011

Las Tunas es un balcón para buenos ojos

Las Tunas es un balcón para buenos ojos

Sábado, 08 de Octubre de 2011 00:06 Por Por Zucel de la Peña Mora / Foto: Itsván Ojeda Bello
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caballoblanco
La ciudad pervive con sus mamparas dispuestas al tiempo y se deja arrullar en su aniversario 215 por leyendas, mitos y seres añorables, partiendo incluso, por el origen de su propio nombre. Reza la leyenda que en toda la comarca de Cueybá (apelativo aborigen) resplandecían campos de rosas rojas. Pero un día oscuro, frío y lluvioso comenzaron a crecer entre aquella beldad natural, unas extrañas plantas de pétalos verdes y largas espinas. Eran Tunas.
Con sus pinchos desangraron a las admiradas flores y el suelo se tiñó de escarlata. Luego, de los arbustos brotaron capullos blancos en símbolo de pureza y las rosas sin color, y más tarde les aparecieron frutos carmesí, producto de la savia absorbida. La fama del "inesperado inquilino" creció y les obsequió el fitónimo a estas tierras.
Otro relato sobre el tema se remonta a los primeros años de poblamientos de hacendados ganaderos por la zona, después de 1603. Era tanta la abundancia de Opuntia, como le llaman los científicos, que quien se interesaba en venir aquí a comerciar reses decía: "Voy para la hacienda de las Tunas", asegurando algunas investigaciones que se referían específicamente a las propiedades del criollo Don Jesús Gamboa, famoso por la calidad de sus novillos y el plantío de dichos cactus, así como por el uso dado a estos últimos, al adjudicarles poderes de salvación contra maleficios.
Tal creencia ha llegado hasta el sol de hoy y se suma a otras tantas, todas aún en espera de encontrar su fecha de nacimiento o creador legítimo. Están ahí, "al cantío de un gallo", para respirar en la sabiduría popular cuando se requiera. Nadie puede decir quién fue el primero en comprobar la mala suerte al mirarse en un espejo roto, o la condena de una pareja de mayor edad por haberse dejado barrer los pies. Tampoco tiene dueño la certeza de visita si una mariposa grande y negra entra a la casa, o la convicción de mujer embarazada: abstenerse de acariciar su vientre cuando hay eclipse porque el hijo podría nacer con una mancha en el cuerpo.
familia_zabala_las_tunas_0001No hay tunero de pura cepa capaz de poner en duda la posibilidad de un aguacero si la Bayamesa se arma, esa tempestad que con frecuencia prefiere al centro de la provincia. Generación tras generación así expresa haberlo comprobado, y "póngale el cuño que cae", como le escuché decir a un amigo.
Con esa misma seguridad durante muchos años se creyó aquí en la leyenda del jinete sin cabeza montado en su caballo blanco. En el presente, la superación cultural del pueblo permitió olvidar tal temor, aunque probablemente, cuando el huracán Ike, el siniestro galope estuvo tentado a retomar su rumbo.
Las primeras apariciones del indio en su corcel datan de principio del siglo XVII. Algunos justifican la decapitación por cierto romance entre el joven indígena y una damisela española, cuyo padre pagó para matar al mozuelo y sus compañeros, pero nunca pudo corroborar la muerte porque los cuerpos desparecieron. Otros estudiosos hallan imposible la existencia por estos lares de una muchacha blanca en ese entonces y centran el capítulo primero de su versión, en las matanzas realizadas por los colonizadores.
Ambos relatos coinciden en que tiempo después de los decesos comenzó a salir la ecuestre figura sin su testa por las sabanas de Cueybá, clamando justicia. Y el espíritu se erigió símbolo de tragedia, verlo constituía el presagio de una terrible desventura, incluso se "estipulaba" la muerte de quien lo observara, por eso es un misterio la supervivencia de la historia. Cuentan que bastaba escuchar un trote nocturno por las calles Vicente García y Lico Cruz, al parecer arterias preferidas centurias más tarde por el jinete, para dejar en pánico a los ciudadanos.
El accidente ferroviario del 12 de julio de 1945, cuando el tren procedente de La Habana con destino a Santiago de Cuba se descarriló y murieron más de una veintena de pasajeros y otro numeroso grupo resultó herido, así como la granizada de 1963 con sus catastróficas consecuencias, fueron hechos luctuosos ante los cuales se corrió la voz de la salida días antes de la temible aparición.
Otras leyendas lograron menos en materia de conquistar a la eternidad. El fantasma del Ahoga-Pollos no duró un round en esa lid, aunque no fueron pocos los asustados por cierta lucecita roja, capaz de preconizar la mística de un muerto en pena recorriendo los lugares de sus fechorías, a la vuelta de la confluencia del Hormiguero con ese otro río. La jugarreta persistió hasta que unos valientes se le enfrentaron e hicieron correr al pillo.
CORAZONES DE UNA BICENTENARIA
Su entronizada estampa puede idear: siempre El Comandante; sin apenas suponer que en un tiempo fue un transeúnte llamado Alberto Álvarez Jaramillo, cuya puerta al ser de hoy, se la abrió la mala administración de un medicamento.
Para escribir este trabajo lo busqué toda una tarde, pero nunca di con su paradero, con su porte de Quijote, con los bolsillos llenos de los más diversos objetos y la palabra al vuelo si alguien intenta bajarle los grados, en muestra quizás, de su disposición para luchar contra los demonios, la batalla que lidia en su mente.
Auscultemos ahora otro latido. La carpintería, su sempiterno oficio, pero en 1953 cambió por completo la vida de Edilberto Agüero Rodríguez. El aviso de los carnavales le "alumbró el bombillo": haría una comparsa. Reunió a unos pocos y le dio riendas sueltas al sueño. Por supuesto, en aquellos minutos fundacionales no podía suponer que cinco décadas después, luego de perder la cuenta del número de premios en la vitrina, miles de sus coterráneos no concibieran esas tradicionales fiestas sin arrollar con Estampas Tuneras, o lo que es lo mismo: esperar a Zabala, su apodo desde joven, por parecerse según sus amigos del barrio, a un pelotero de las grandes ligas.
Hoy, este hombre popular tiene 78 años y sus hijos, quienes continúan el legado del padre, de vez en vez deben atajarlo porque él desea seguir marcando el ritmo en el paseo.
Dos ejemplos de los diversos corazones prestos a la gloria cotidiana en la bicentenaria localidad. Y el convite crece: Kike y Marina, con su icónica caldosa; la ilustre familia Márquez, frondosa en músicos; el inmenso Guillermo Vidal con su verbo renovador; la décima, amante preferida de Cronos aquí...
Evocaciones todas, piezas valiosas del patrimonio cultural inmaterial de Las Tunas, ese espacio íntimo y querido donde le confesamos secretos a esta ciudad, que resguardada por Opuntia, nada más añora buenos ojos.
Última actualización el Domingo, 09 de Octubre de 2011 07:20